Una vez termina la niñez, los seres humanos tendemos a confundir trivialidades. Llegamos a mezclar o malinterpretar acciones de tal manera que no hay quien se aclare. Quizá lo hacemos a propósito, no lo sé. La verdad es que llegamos a desconcertar y desorientar a los demás.
Toda la vida está repleta de confusiones, algunas un tanto malintencionadas. En nuestros lugares de trabajo, o de crecimiento, como a mí me gusta más definirlos, las confusiones abundan. A diario se oye en los pasillos: “no entendí lo que escribió”, “me equivoqué con el informe del mes pasado”, “mi jefe me lía cuando habla de objetivos”, “creo que te confundiste de hora”, son algunos claros ejemplos del desorden generalizado que existe en las organizaciones.
Detrás de la mayoría de estos y otros casos, la causa de tal flagrante confusión está ligada a actitudes, sean por desinterés o infelicidad. Sin embargo, existen también errores provocados por puro desconocimiento de lo que hacemos, aunque son mínimos.
En realidad, los detonantes de muchas alteraciones en las relaciones humanas en la comunidad del trabajo son confusiones, reales o irreales, intencionadas o sin querer. Los de arriba, como siempre, deben dar ejemplo y no confundir a nadie ni confundirse a sí mismos.
¿Qué hay que tener en cuenta para reducir el caos y los alborotos que causan las confusiones? Voy a enumerar 6 modelos de confusión que un líder debería siempre evitar:
1. OIR, en lugar de ESCUCHAR. Es la típica confusión del líder que no es empático, que no tiene tiempo, o que no quiere entender a los demás. “Es que cuando hablo no me escuchas, sigues con tus temas”, se quejan sus colaboradores hasta la desidia. Yo les diría: aprender a escuchar es fácil. Solo necesitas 3 ingredientes: tiempo, confianza y compasión.
2. HABLAR o ESCRIBIR, en lugar de COMUNICAR. Tristemente es la confusión más generalizada en la actualidad. “No nos comunicamos bien”, “Tanto tiempo trabajando juntos y no nos entendemos”, “A mí, nadie me dijo nada de esto” son ejemplos de poco trato y falta de confianza. Conozco a CEOs realmente preocupados por no poder reconducir esta acción tan sencilla en la conexión humana. Claro, irónicamente pensamos que la voz y la letra llegan a todos y son entendidas. En este caso, la organización debe impulsar un programa de mejora en la comunicación de sus líderes, pues hablar o escribir no es lo mismo que comunicar.
3. AYUDAR, en lugar de COLABORAR. Confusión y error grave es pensar que la ayuda sustituye a la colaboración. Los equipos funcionan correctamente cuando hay colaboración, no solo ayuda. Podemos ayudar al equipo en un momento determinado, en una urgencia o en una necesidad; por su parte la colaboración es más duradera, no tiene un motivo tan definido y requiere de humildad del que la ofrece. Es como el que levanta la mano para que lo vean cuando pedimos voluntarios. El voluntario esporádico debería plantearse si es mejor colaborar que ayudar cuando se lo piden.
4. ASUMIR, en lugar de PREGUNTAR
‘No news, bad news’, decía un jefe que tuve. Ciertamente asumir que todo va bien nos da muchas sorpresas. Nos engañamos a nosotros mismos si pensamos que cuando no hay noticias de una tarea o proyecto es que marcha bien. La verdad es que tenemos miedo a preguntar. Preguntar es una gran herramienta para generar retroalimentación de primera mano y evitar confusiones innecesarias.
5. PERSONALIDAD, en lugar de ACTITUD
“Es que yo soy así, y nada ni nadie me cambiará”. Es la gran confusión. El gran error de excelentes personalidades. El buen líder no tiene un comportamiento estable, está en continuo proceso de cambio. Como nuestro coche en su verificación periódica; cada cierto tiempo ajustamos sus niveles de conducta, afinamos su comportamiento y revisamos sus hábitos. La actitud crece, se adapta al medio. La personalidad es más llana, se nace, y se vive con ella.
6. Buscar en el trabajo solo PLACER, en lugar de FELICIDAD
Trabajar a gusto es un placer, sin duda. Una emoción positiva que alimenta a seguir en el trabajo, como también lo son el entusiasmo por conseguir una meta, el orgullo de pertenencia a una organización o la inspiración en un nuevo proyecto. No obstante, son situaciones que pueden llegar a confundir pues no comportan por si solas la felicidad. Dependen de muchos factores externos, como el jefe, el presupuesto, los pares, los colaboradores. No debemos confundir las emociones con las intenciones. La intención de un líder es ser feliz y para ello debe desprenderse de las emociones negativas, como el odio, la hostilidad, el conflicto o el miedo.
Así pues, las confusiones en el trabajo van más allá de cambiar el azúcar por la sal. Por consiguiente, un líder ejemplar debe está atento a evitar confusiones y priorizar la escucha, la comunicación, la colaboración, la información, la actitud y, sobre todo, la felicidad.
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