En los mítines, los políticos se llenan la boca hablando de valores. Las instituciones dicen tener en cuenta y respetar los valores de la ciudadanía. Y muchas organizaciones muestran los valores, principios o códigos de conducta, en las entradas de sus dependencias corporativas o plantas operativas.
“Vamos a gobernar con respeto e igualdad”, “Seremos un estado libre con equidad de género” o “Ejercemos nuestro trabajo con humildad y honestidad”, son algunos ejemplos de exaltación de los denominados "valores humanos", nombrados por infinidad de colectivos en casi todo el mundo.
En muchos casos, observamos también que estos valores van acompañados de la misión y la visión estratégica o de una frase conmemorativa. Todos ellos, son recordados y expuestos, día y noche, con la finalidad de que los leamos y apliquemos en nuestras vidas sociales y profesionales.
Pero detrás de esas frases y repetidos eslóganes, hay demasiadas promesas incumplidas. Quizá estemos frivolizando los grandes valores, tal vez los catalogamos como algo fácil de conseguir, y posiblemente los tomamos ingenuamente y a la ligera. Pero no es así. Todos sabemos que requieren de disciplina y sacrificio, de esfuerzo y compromiso, como lo exige ser un buen directivo, un excelente líder o un gran político.
Todos sabemos que los valores se demuestran con hechos, que no se pueden comprar ni vender. Que hay que aprender a valorarlos y a gratificar a quien los cumple. La verdad es que parece bastante complejo y no es de extrañar que oigamos a menudo, comentarios sobre la falta de valores a nivel individual y colectivo.
Yo prefiero abordar este tema enfocándome en las pequeñas virtudes, en lugar de los grandes valores. Las encuentro más próximas y estimulantes y, sobre todo, más realizables. En mi opinión, las virtudes son la esencia de los grandes valores y practicarlas, es una de mis orientaciones clave a directivos y gerentes.
Para mí, los valores son como las indicaciones y la posología de un medicamento, aquello que el doctor escribe en la prescripción o receta médica, y todos leemos con atención, más de una y dos veces. En cambio, las virtudes son la letra pequeña del instructivo, la que casi nunca nadie lee, pero que debemos conocer para saber a qué síntomas, efectos adversos y contraindicaciones nos exponemos.
En este punto me pregunto, ¿Cómo podemos tener gobiernos, organizaciones, sociedades y seres humanos con valores, si tenemos políticos, líderes, ciudadanos y colaboradores sin virtudes?
En cualquier trabajo que desempeñemos…
- cómo podemos actuar con equidad, si no tenemos sensibilidad.
- cómo podemos respetar, si no nos damos cuenta si actuamos o no correctamente.
- cómo podemos ser humildes, si no buscamos hacer cosas simples.
- cómo podemos ser empáticos, si no sabemos escuchar ni compartir.
- cómo podemos ser tolerantes, si no nos conocemos a nosotros mismos.
- o cómo podemos ser honestos, si nos auto-engañamos y mentimos a los demás.
Las virtudes rigen nuestros pensamientos o conductas independientemente de quienes seamos y a donde nos dirijamos. Nos visten y alimentan, se muestran en las acciones cotidianas, en los pequeños detalles. Ejercitarlas te conduce directamente a los grandes valores. Hay cientos de virtudes, como valores; lo importante es escoger sabiamente, con la finalidad de ser una mejor persona.
Si cultivas virtudes y las alimentas de verdad y voluntad, recogerás valores.
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