Aunque en un inicio las estrategias ‘PUSH’ (empujar) y ‘PULL’ (jalar o estirar) fueron concebidas como sistemas de producción industrial con enfoques contrapuestos, actualmente son utilizadas en ámbitos empresariales tan variados como el marketing, la logística, la gestión de servicios y la administración.
En el sistema ‘PUSH’, las empresas conciben la fabricación de los productos o el servicio de sus conocimientos, en función de sus pronósticos, de sus datos históricos, o de una planeación más o menos elaborada. Por otro lado, el sistema ‘PULL’ limita los esfuerzos operativos y de soporte, en función a una necesidad, de un interés o de una intención que, normalmente, no está en sus manos.
A lo largo del tiempo y en diversos ámbitos empresariales, las organizaciones han caído en la trampa de dar más importancia a lo predecible y a los patrones del pasado que a lo diferente o desconocido. Un grave error, yo diría, aún más en tiempos inciertos como los actuales. Para ellas, parecía estar claro que el sistema ‘PUSH’, a priori, era el más seguro, pues les daba la sensación de tener todo bajo su control. En cambio, el sistema ‘PULL’ les obligaba a conectar con el cliente, a acercarse a él, a dialogar, a escucharlo; y sin duda, este proceso era y es más largo y laborioso.
Precisamente este es el punto que quiero abordar en este nuevo artículo, donde las estrategias impactan de nuevo con una de las claves del éxito: las relaciones humanas.
En los 70’s, 80’s y posteriormente, erróneamente pensábamos que los buenos directores eran los que te aconsejaban, daban instrucciones y ‘empujaban’ a los demás a trabajar más y más rápido. Afortunadamente, y desde que tomamos en serio la inteligencia emocional en nuestros lugares de trabajo, nos hemos dado cuenta de que no hay nada mejor que tener un líder que nos escucha para comprendernos y nos ‘jala’ a ser mejores, no sólo en talento y habilidad, sino también en conductas y comportamientos.
En la actualidad, todavía encontramos demasiados directivos y gerentes gestionando a sus colaboradores en modo ‘PUSH’ y creen que ‘empujándolos’ conseguirán los objetivos a que se han comprometido, y con ellos, el resultado feliz del negocio. Pocos son, en cambio, los que creen que el camino del éxito pasa por actuar en modo ‘PULL’, ‘jalando’ al equipo y a cada uno de sus miembros; sin duda ellos saben que convenciendo se está más cerca de satisfacer las necesidades de los clientes, internos y externos.
Ciertamente, sé que a veces no es fácil escoger entre ‘empujar o jalar’, o entre forzar o animar o entre vencer o convencer. Aunque sinceramente yo prefiero vivir en modo ‘PULL’ y priorizo ‘jalar’ a ‘empujar’. Lo encuentro mucho más ético, eficiente y, sobre todo, consistente. Es algo tan cotidiano como cuando abres una puerta. Si la empujas, no sabes si otra persona está en el otro lado y podrías llegar a golpearla. Si la jalas, en cambio, sólo tú puedes o no salir lastimado.
En un mundo lleno de prisas e imprevistos, parece que vivir en modo ‘PUSH’ sea lo más conveniente. Desde una perspectiva egocéntrica, no cabe duda de que así lo es. La consecuencia es una sociedad, organizaciones y familias, llenas de integrantes estresados e insatisfechos que incumplen continuamente sus propósitos y buenas promesas.
Sin embargo, la filosofía ‘PULL’ requiere de más tiempo y voluntad, bienes escasos para el colectivo ‘PUSH’ el cual actúa ‘empujándose’ a sí mismo y a los demás. Parece extraño que los ‘PUSH’ no recuerden que vivir, trabajar, o realizar cualquier otra actividad requiere, en mayor o menor medida, de saber gestionar las relaciones humanas.
Actuar en modo ‘PULL’ es ceder el paso a quien te lo pide. Es cumplir con las normas y obedecer a tu consciencia. Más allá de un tema de civismo y productividad en el trabajo, vivir ‘PULL’ es una conducta de vida, de ver con nuevos ojos lo que es diferente a nuestro pensamiento, con la finalidad de materializar el futuro que tanto deseas.
Vivir en modo ‘PULL’ es organización y disciplina como, por ejemplo, hacer hoy lo que no requiere más de 5 minutos, o preparar tu próximo día durante la noche anterior, o apuntar (para no olvidar) aquello que tu imaginación te comparte en un inesperado momento, o comprender que necesitan tus colaboradores, tu pareja, tus padres e hijos.
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