Al cumplir 30 años, uno de mis puntos débiles era la falta de paciencia; a veces no sabía cómo encontrarla, o simplemente la perdía fácilmente.
Afortunadamente, en la etapa de los ‘treinta y pocos’ tuve la suerte de trabajar con jefes, luego maestros de vida, que delante de situaciones adversas y difíciles, como la crisis actual, no sólo mantenían la calma, sino que también la transmitían a los demás.
Como todo parámetro de vida, siempre hemos de buscar, y encontrar, un equilibrio. No tengo ninguna duda de que la paciencia tiene un efecto positivo y real en la creatividad, la colaboración y la eficiencia de un líder. Ahora bien, un excesivo temple o una conformidad prolongada parecen no ayudar a cómo sobrevivir en nuestro mundo digital, cada vez más exigente y veloz.
Al llegar a vivir a México, no tardé en darme cuenta de que todavía necesitaba una dosis más de paciencia, como si se tratase de una medicina, me faltaba la última toma para que hiciera efecto. Y no lo dudé en absoluto, mi brújula moral cambió repentinamente de orientación y me indicó el paso definitivo hacia un nivel de condescendencia desconocido por mi hasta entonces.
Era evidente que no estaba acostumbrado a las largas filas en las agencias bancarias, a las interminables listas de documentos - con original y 2 copias - que tenía que presentar en cada trámite que realizaba - tanto público como privado -, ni a los largos viajes en auto y bus para desplazarme a tan sólo unos pocos kilómetros de distancia. Entonces, practiqué el estoicismo más puro, me armé de paciencia y me resigné como todos los demás.
Fue entonces, lejos, muy lejos de la impaciencia, cuando de nuevo ajuste mi actitud, esta vez ante la espera, y perfeccioné mi armonía espiritual en búsqueda de la felicidad por medio de una nueva virtud.
Precisamente esta es una de las virtudes que más admiro y he aprendido de los nativos, de los hombres del campo y de todos aquellos que mantienen siempre el sosiego y la tranquilidad, basados en el desarrollo de su paciencia. La entereza de un individuo paciente es, en mi opinión, otra conducta ejemplar del liderazgo.
Debajo de la sombrilla de la paciencia encuentras infinidad de cosas buenas, así como tres elementos de gran valor en la vida de una persona con responsabilidades, como saber escuchar sin interrumpir, dar confianza sin pedir nada a cambio y actuar con humildad dando cancha a los demás. Es una sombra protectora de los rayos del estrés, la ansiedad, la angustia y el desánimo.
En el mundo laboral, en cambio, observo, demasiado a menudo, una carencia de tolerancia y aguante. La falta de tiempo ocasiona y trastoca uno de los puntos de personalidad más admirados, a mi entender, de la cultura latinoamericana en general, y la mexicana en particular, como es el ser paciente.
Paciencia y tener tiempo para todo lo que importa deberían ir de la mano, pero en demasiados lugares de trabajo parecen estar separados, incluso divorciados. He constatado que muchas de las causas que generan conflictos personales, y más tarde errores graves en la gestión empresarial, provienen de la impaciencia y/o de la falta de tiempo. No percibir ni priorizar adecuadamente el tiempo personal, estar siempre ocupado, hacer más de una cosa al mismo tiempo (y acabar haciéndolas mal), no saber esperar, o pedir siempre todo con urgencia; son síntomas claros de impaciencia, algo que, desafortunadamente, sobra en este momento de incertidumbre que todos estamos viviendo.
Los directivos, gerentes y jefes deberían aumentar, ahora más que nunca, su paciencia. Se trata de tener la mejor actitud en esperar pacientemente a que, por ejemplo, un colaborador termine su trabajo, a que con el proceso de colaboración de un equipo llegue a su fin, a que se encuentren las soluciones adecuadas a la mejor decisión posible, a que, en definitiva, sepamos valorar el premio a la incomodidad de esperar, pues como dice el refrán, “lo bueno se hace esperar, pero la espera merece la pena”.
Las crisis desencadenan muchas sensaciones y sentimientos; nos ponen a prueba y nos retan a ser pacientes. Paciencia es, en este caso, perseverancia y serenidad, en luchar por un mundo mejor y por ser de las mejores personas que vivan en él.
Como decía y dice mi madre, ‘paciencia es la madre de la ciencia’. Ciertamente, un poco más de paciencia no nos iría mal, y ¡sabemos cómo hacerlo!
Un buen tema para no olvidar ante las diversas situaciones de estrés que vamos teniendo en el día a día, gracias por compartirlo
Saludos y buena tarde!!